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20 de noviembre de 2013Blog Educación rural de la Defensoría del Pueblo

La educación rural requiere poner a los estudiantes como el foco de atención

Estudio tras estudio muestran que los estudiantes en zonas rurales alcanzan aprendizajes considerablemente menores que sus pares en zonas urbanas. Los motivos estarían en una combinación de factores socioeconómicos de los estudiantes y sus familias, y de otros vinculados al sistema educativo. Entre los primeros tenemos que los estudiantes rurales suelen ser más pobres, con padres menos educados y a menudo con una lengua materna indígena. Esto trae dificultades educativas pues las escuelas están pensadas principalmente para educar en castellano a estudiantes en grupos homogéneos. Adicionalmente, los estudiantes rurales generalmente no tienen los recursos educativos compensatorios de sus familias y comunidades que sus pares urbanos sí tienen.

Asimismo, informes como el de la Defensoría del Pueblo y varios estudios demuestran que los estudiantes rurales en general asisten a escuelas donde tienen menores recursos y oportunidades para aprender que sus pares urbanos. Por ejemplo, con frecuencia se agrupa a estudiantes rurales de varias edades y grados en un solo ambiente, a cargo de un docente, que por lo general no cuenta con preparación específica, ni materiales ni metodologías para escuelas multigrado. En las zonas rurales también suele haber menor infraestructura escolar (por ejemplo, provisión de baños, agua, telefonía, internet y laboratorios). Así, el sistema educativo, sin proponérselo, refuerza y perpetúa las condiciones de inequidad socioeconómica que se observa entre los estudiantes desde el inicio de su escolaridad.

Frente a este panorama se requiere un nuevo enfoque de políticas educativas, que junto a la calidad (aprendizajes) ponga la equidad de oportunidades como prioridad. Esto tendría que iniciarse con una concepción de las escuelas y del sistema educativo al servicio de los estudiantes. En términos generales, podríamos decir que el sistema educativo actual está organizado a la inversa, con la institución educativa como el centro, requiriendo que los estudiantes se adapten a esta o fracasen lenta y paulatinamente. Esta concepción implicaría seguramente aceptar que educar a estudiantes en zonas rurales resulta más costoso que hacerlo en zonas urbanas; la mayor provisión de recursos financieros tendría que estar atada a un sistema flexible que permita diagnosticar necesidades y potencialidades localmente, respondiendo con intervenciones múltiples y coordinadas (no solo educativas, sino también de salud, nutrición y lucha contra la pobreza) para favorecer el aprendizaje de todos los estudiantes. Eliminar las brechas de aprendizaje entre estudiantes urbanos y rurales: tal debería ser una de las metas urgentes de la política educativa.