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April 28, 2020

Por un Modelo Peruano: capital social para enfrentar la crisis

El esfuerzo inicial del gobierno para enfrentar la crisis por la pandemia —cuarentena y asistencia social— va llegando inevitablemente a su fin. Sin embargo, el Perú no es ajeno a experiencias que han combinado muerte y recesión económica a gran escala. Nuestras respuestas ante estas crisis han construido un “Modelo Peruano” caracterizado por la organización espontánea, coordinación informal y solidaridad obligada para encontrar soluciones ante la ausencia, total o parcial, del Estado. Este artículo presenta propuestas concretas para reactivar la organización popular territorial de los barrios frente a la crisis.

Por: Alvaro Espinoza y Ricardo Fort.

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Foto: Servicios Educativos El Agustino.

A estas alturas, parece ser que el confinamiento social decretado por el gobierno no está logrando todos los resultados que se esperaban. Los casos positivos y las muertes siguen aumentando—todo fruto de contagios ocurridos tres semanas después de iniciada la cuarentena.

Por otro lado, la fatiga económica generada por la cuarentena podría estar llegando al límite: más del 40% de peruanos declara haberse quedado sin trabajo y no estar recibiendo ingreso alguno—lo que genera imágenes dramáticas como las de miles de personas intentando regresar a sus hogares ante la imposibilidad de sobrevivir en las ciudades a las que migraron. Los enormes esfuerzos del Estado por paliar esta situación mediante bonos familiares y liberación de fondos de AFPs y CTS no parecen ser suficientes—de hecho, da la impresión de que ni siquiera es posible implementarlos adecuadamente.

El Plan A, cuarentena y asistencia social, adaptado de la experiencia de otros países (todos del mundo desarrollado), va llegando inevitablemente a su fin. La cuarentena tendrá que ser eventualmente levantada, y es probable que la curva continúe, y quizás acelere, su crecimiento. Lamentablemente, no hay ningún Plan B que podamos copiar—simplemente, nadie en el mundo tiene una idea clara de cómo enfrentar la pandemia más allá de la cuarentena total.

El Perú, sin embargo, no es ajeno a experiencias que combinan muerte y recesión económica a gran escala, donde ni soluciones individuales ni medidas centralizadas desde un Estado débil son suficientes. Las principales ciudades del país, en particular Lima, fueron construidas en los 80s y 90s en este contexto. Y las soluciones, por ineficientes que fueran, no vinieron del Estado, sino de los principales actores de esta construcción: el pueblo organizado localmente.

Hoy nos encontramos ante una crisis de tal magnitud, que todas las mejoras que ha logrado acumular el aparato estatal en las últimas décadas se ven seriamente eclipsadas. Una vez más, a pesar de decisiones acertadas y esfuerzos oportunos, el Estado peruano no parece tener la capacidad operativa para enfrentar la situación a través de políticas públicas eficientemente ejecutadas. Por ello, ante las emergencias sanitarias y económicas que, sin duda, llegarán, lo más probable es que los barrios mismos terminen organizando esfuerzos de mitigación y control que el Estado no está equipado para proveer.

Este es el Modelo Peruano: organización espontánea, coordinación informal y solidaridad obligada para encontrar soluciones ante la ausencia, total o parcial, del Estado.

Las estructuras organizativas básicas de este modelo ya existen: directivas barriales, comedores populares, clubes de madres, organizaciones vecinales zonales—aunque en su mayoría se encuentren en estado vegetativo, con poca capacidad operativa, representatividad o legitimidad. Más importante, aún persiste en la memoria colectiva de los barrios populares un expertise de organización local, un activo social de enorme importancia que tiene que ser aprovechado en tiempos de emergencia nacional—esta vez, esperemos, con un mayor apoyo del Estado y el resto de la sociedad civil.

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Foto: GRADE.

Para ello, necesitamos preguntarnos con urgencia: ¿cómo ayudamos a que este modelo funcione de la mejor manera posible? ¿qué herramientas podemos desarrollar para facilitar las labores de prevención, control y mitigación que tendrá que asumir la población organizada? En otras palabras: ¿cómo planificamos la respuesta informal a la crisis?

Lo más apremiante es promover la reactivación inmediata de la organización popular territorial de los barrios, y no esperar a que la necesidad y la desgracia obliguen a una respuesta espontánea y posiblemente caótica, como ha ocurrido en el pasado. Un llamado a la acción desde el más alto nivel, y una actitud proactiva de los municipios en este sentido, podrían gatillar una reactivación temprana. Al territorializar la respuesta a la crisis a nivel de barrios, se abren nuevas oportunidades de prevención, control y mitigación local.

Primero, las organizaciones barriales pueden contribuir a realizar un empadronamiento rápido, pero exhaustivo, de los vecinos más vulnerables, tanto respecto al COVID-19 (e.g. adultos mayores, personas con co-morbilidades), como a la recesión económica (e.g. madres solteras, familias más pobres).

Segundo, se puede organizar una red local de soporte económico de escala barrial. Los comedores populares—y donde no los haya, los restaurantes locales—pueden preparar menús económicos que luego pueden ser distribuidos a los hogares que los necesiten (o a todos los hogares) por una red de voluntariado local. Bien manejado, este sistema no solo se encarga de mejorar la seguridad alimentaria de las familias, sino que reduce el flujo de personas que visitan los mercados locales, y con ello se ayuda a limitar el riesgo de contagio. Más aun, el control de los flujos de gente en los mercados puede ser acordado y apoyado por la organización vecinal, o incluso pueden desarrollarse sistemas de delivery para compras de alimentos como los mencionados más arriba.

Tercero, se pueden organizar brigadas sanitarias locales, que ayuden a identificar y reportar enfermos, desinfectar espacios públicos, y hasta instalar espacios de aislamiento social voluntario si es que hubiese alguna infraestructura disponible en el barrio. Eventualmente, estas brigadas, pueden guiar al personal sanitario público a llegar de manera más efectiva a posibles focos de infección. Y en el caso de implantarse cuarentenas barriales selectivas, éstas pueden ser coordinadas e implementadas sobre la plataforma y el territorio orgánico que manejan dichas brigadas.

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Foto: GRADE.

Hoy ya podemos observar que, conforme se profundiza las crisis sanitaria y económica, estos esquemas de organización van apareciendo espontáneamente en barrios de todos los niveles socioeconómicos. Pero para que los mismos funcionen de la mejor manera posible, especialmente en las zonas más vulnerables, tanto el Estado como la sociedad civil—incluyendo al sector privado—tienen mucho que aportar: los recursos derivados a los municipios para la compra y distribución de víveres podrían focalizarse en los comedores populares que atienden barrios enteros (la escala local, además, suele permitir un mejor nivel de fiscalización); sería útil contar con aplicaciones móviles sencillas que faciliten la coordinación de los sistemas de delivery mencionados más arriba; se necesita desarrollar protocolos de seguridad sanitaria (incluyendo equipamiento mínimo) tanto para el delivery de alimentos como para las labores de control sanitario; y, como ya se mencionó, se requerirán canales de coordinación que permitan que los recursos e instrucciones de las autoridades nacionales lleguen de manera efectiva a los barrios.

El Modelo Peruano post-cuarentena necesita la participación de todos. Aún si logramos implementarlo de la mejor manera, no será fácil: la organización popular, como cualquier proyecto humano, ha enfrentado siempre conflictos internos, pugnas, cuestionamientos, y su relación con la autoridad muchas veces ha sido complicada. Pero este es el capital que nos han dejado varias décadas de informalidad y ausencia del Estado, un capital que es más necesario que nunca: la capacidad de la gente de organizarse localmente y de responder de manera colectiva a la crisis. Si esta vez logramos sumarle a la organización popular algunos recursos del Estado y del resto de la sociedad civil, no solo sería posible afrontar la crisis de una mejor manera, sino que podríamos incluso avanzar en la construcción de una nación común.