Las pérdidas en el camino, fugas en el gasto público: transferencias municipales, vaso de leche y sector educación
Año | : | 2003 |
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Autor/es | : | Lorena Alcázar, José Roberto Lopez- Calix, Eric Wachtenheim |
Área/s | : | Educación y aprendizajes, Metodologías de investigación y evaluación de políticas y programas sociales, Reforma del Estado e instituciones públicas, Salud y nutrición |
[2003] ALCAZAR, Lorena; LOPEZ-CALIX, José Roberto; WACHTENHEIM, Erik. Las pérdidas en el camino, fugas en el gasto público: transferencias municipales, vaso de leche y sector educación. Instituto Apoyo. Lima. 172 p.
Cuando uno observa los deplorables indicadores sociales que muestra nuestro país, la primera pregunta que se vienen a la mente es si esto se debe a que el estado gasta muy poco en cuestiones esenciales como educación, salud y nutrición, o si esto se debe a que estos servicios y programas son muy ineficientes. ¿Gastamos poco o gastamos mal? La respuesta, con toda seguridad, es: ambos.
El gasto en educación y salud es uno de los más bajos de Latinoamérica, y bastante menor a lo que corresponde dado nuestro nivel de ingreso per capita. En buena parte ello se debe a que el estado recauda muy poco, ya que una presión tributaria de 12% del PBI es, sin duda, insuficiente. Pero además, lo poco que tenemos, lo gastamos mal. Muy mal.
Este estudio lo demuestra en un aspecto esencial. Parte de una pregunta realmente básica: ¿los fondos que el estado peruano destina a programas como el Vaso de Leche o la educación primaria, realmente llegan a sus destinatarios? ¿Reciben los niños el Vaso de Leche por el que pagamos todos los contribuyentes, o se gasta efectivamente en el maestro y en el colegio los dineros de la educación publica? En un porcentaje significativo, no.
Esta investigación muestra que el 70% de los recursos del Vaso de Leche no llega a sus directos beneficiarios -niños menores de 7 años de edad y madres embarazadas o lactantes-, lo que minimiza su impacto nutritivo en los niños. Otros ejemplos de desperdicio adicional son, por ejemplo, la preferencia de los municipios por comprar leche evaporada -más cara pero fácilmente comercializable- en dos tercios de los municipios de Lima, y el hecho de que hay municipios que compran esta leche a precios que exceden en 50% el precio al que se vende en cualquier mercado, a pesar de ser compras en cantidades grandes. En cuanto a educación, en Lima, donde la cercanía hace fácil el control, la mitad de los colegios visitados tenían menos personal trabajando que el que figuraba en la planilla. En los sitios donde hay más gente en planilla que trabajando en realidad, el exceso es en promedio del 33%. A nivel nacional, 20% de las USEs registra como gasto el pago de los servicios públicos de agua y luz de los centros educativos, pero no lo paga en realidad. Cifras realmente escandalosas.
Uno puede, por cierto, hacerse preguntas más fundamentales respecto de estos dos programas públicos. ¿Es realmente la entrega de un Vaso de Leche un mecanismo eficaz para combatir la desnutrición infantil? ¿La educación primaria que tenemos, esta logrando aprendizajes efectivos en nuestros niños? En ambos casos, la respuesta es negativa. Hoy sabemos que en parte, ello se debe a que el dinero no llega, se va perdiendo como quien traslada agua en un balde con hueco y al llegar a su destino se da cuenta que la mayor parte del agua se quedo regada en el camino.
En el camino, por cierto, el estudio hace caer varios mitos que los peruanos hemos ido cultivando durante años. Como que organizaciones populares del tipo de los comités del Vaso de Leche son siempre muy eficientes y pulcras en el manejo de los recursos públicos, cuando se encuentran múltiples deficiencias. La necesidad de establecer reglas claras que permitan un manejo transparente de los recursos y de abrir estos y otros programas al escrutinio público, es decir de todos los peruanos y no solo de los beneficiarios o líderes locales, es fundamental. Otro resultado importante es que sistemas más desconcentrados pueden ser más ineficientes, como es el caso de educación, donde el gasto administrativo en Huaraz – donde hay gran dispersión de USEs – resulta mucho mayor que donde hay una administración mas centralizada. Dada la importancia del tema de la descentralización y la definición rápida que esta teniendo en estos meses, esta discusión es sin duda muy relevante. Pensar nuevos esquemas que permitan descentralizar las decisiones y dar más poder a la gente, pero reteniendo al mismo las economías de escala que la administración de muchos programas tiene, es fundamental. De lo contrario, estaremos creando más burocracias regionales y locales, sin que la población reciba mejores servicios. Como gran conclusión, el estudio muestra que existe un importante espacio para mejorar la eficiencia de los programas sociales en el Perú. Al identificar los huecos por donde los recursos se van perdiendo antes de llegar a quienes lo necesitan, así como algunos de los puntos críticos de ineficiencia y desperdicio de recursos, da un paso importante para la búsqueda de soluciones. Retomando la pregunta original, y dado que ahora sabemos con más fundamento que se gasta mal, ¿debemos por ello considerar que un mayor gasto social es inconveniente? La respuesta es No. Gastar más y gastar mejor no son objetivos contrapuestos. Pueden ser objetivos complementarios, que se refuercen mutuamente.
Muchas veces se gasta mal porque hay muy pocos recursos. Las reformas de los programas sociales suelen demandar recursos adicionales, del mismo modo que la descentralización también plantea nuevas demandas de recursos que deben ser cubiertas. Considerando además que partimos de una situación en la que el gasto social es muy bajo, no es difícil concluir en la necesidad de un mayor gasto social. Por otro lado, una mejor eficiencia en el gasto social llevaría a que la sociedad entera apoye a estos programas y a que no sea tan reticente a la hora de pagar impuestos. Hoy nos encontramos en una situación de pagar impuestos por poco a cambio; si recibiéramos una buena educación y supiéramos que nuestro dinero esta sirviendo para evitar que cientos de miles de niños sean desnutridos, seguramente no nos dolería tanto ese dinero que sale de nuestros bolsillos todos los meses.
El Perú tiene el gran reto de mejorar los programas sociales y los servicios básicos que el Estado peruano ofrece a toda la población y en particular a los mas pobres que acrecen de los medios para procurárselos en el mercado. Con la pobreza, desnutrición y mala educación que tenemos actualmente, no podemos aspirar a tener un país estable y democrático, ni a lograr un crecimiento económico sostenido que en el mundo moderno demanda recursos humanos de calidad. Para afrontar con éxito ese reto, debemos ser capaces, al mismo tiempo, de aumentar y mejorar el gasto social, y este libro arroja algunas luces al respecto.